Primero se dimensionan las maderas. Luego se rectifican las medidas y, en caso de ser necesario, se corrigen. Debe ser todo preciso, derechito, exacto. Después, las piezas se van uniendo como en un rompecabezas. Se arma desde la masa, que es donde van los rayos o brazos de la azuda; es como ver una rueda de bicicleta.

Prácticamente se arma completa la rueda antes de instalarla donde el cliente guste. Se presenta todo el esqueleto, menos las gualetas, la parte donde se impulsa la rueda para poder girar, y los capachos, los recipientes que reciben el agua. Una azuda puede llegar a medir hasta 10 metros de diámetro.

En el lugar de instalación se colocan todos los elementos, se arma completamente la rueda. Y una vez lista, la corriente del agua la hace girar. Ahí comienza la vida, con el girar infinito de las azudas que riegan los campos de mi tierra, cuando se abren las compuertas del Canal Almahue y Pichidegua se convierte en un pueblo mágico.

Creo firmemente que una manera de educar y llevar los recuerdos de este patrimonio, reforzando nuestra identidad en la memoria de quienes nos visitan, son nuestras ruedas en miniatura. Ellas muestran de manera creativa una parte de nuestra historia y se convierten en un recuerdo vivo en cualquier lugar donde se las ubique y exponga.

Primero se dimensionan las maderas. Luego se rectifican las medidas y, en caso de ser necesario, se corrigen. Debe ser todo preciso, derechito, exacto. Después, las piezas se van uniendo como en un rompecabezas. Se arma desde la masa, que es donde van los rayos o brazos de la azuda; es como ver una rueda de bicicleta.

Prácticamente se arma completa la rueda antes de instalarla donde el cliente guste. Se presenta todo el esqueleto, menos las gualetas, la parte donde se impulsa la rueda para poder girar, y los capachos, los recipientes que reciben el agua. Una azuda puede llegar a medir hasta 10 metros de diámetro.

En el lugar de instalación se colocan todos los elementos, se arma completamente la rueda. Y una vez lista, la corriente del agua la hace girar. Ahí comienza la vida, con el girar infinito de las azudas que riegan los campos de mi tierra, cuando se abren las compuertas del Canal Almahue y Pichidegua se convierte en un pueblo mágico.

Creo firmemente que una manera de educar y llevar los recuerdos de este patrimonio, reforzando nuestra identidad en la memoria de quienes nos visitan, son nuestras ruedas en miniatura. Ellas muestran de manera creativa una parte de nuestra historia y se convierten en un recuerdo vivo en cualquier lugar donde se las ubique y exponga.