Ricardo Núñez me enseñó de monturas. La montura dominical, por ejemplo, para el traje del domingo, que lucían los huasos en la misa y en el posterior paseo por el centro del pueblo. Hablamos de las monturas de antes, de las que usaban los arrieros, con las que laceaban animales y después, al caer la noche, dormían sobre ella; no de las que se modernizaron en los ‘60, que son más corraleras.
El cuero lo compro en las curtiembres de Chillán, el cuero para bolsos en Santiago, los cascos y estribos los traigo de Parral. El cuero de cabro también es de curtiembres. De todas formas, quisiera aclarar que yo curto mis cueros, tal como aprendí de mi padre. Primero preparo el cuero de vacuno para las correas. Uso cal para sacar el pelo del cuero, porque es mejor curtir sin pelo. Luego curto con cal, lumbre y sal.
El cuero de cordero, que utilizo para las monturas, tiene un curtido diferente. Se lava con agua bien caliente y detergente, y se remoja por unos 20 minutos. El cuero de cordero se ablanda rápido. Después se estruja con detergente; sale toda la mugre. Se extiende en un tablero por el lado del pelo hacia abajo y la carnaza para arriba. Con una pala especial, una grande, que no tiene filo, se sacan las impurezas y, principalmente, se le quitan las arrugas. Para esto el cuero debe estar bien extendido.
Luego se vuelve a lavar. Se hacen dos enjuagues, hasta que el cuero queda limpio. Se coloca en una vara, bien estirado, colgando de la cola hacia el cuello. Se deja secar al sol del verano, por la parte de la carnaza. Después se da vuelta para que se seque la lana. Finalmente, se termina de secar a la sombra. Al día siguiente está listo para sobarlo con agua y detergente, debe quedar blandito, como una tela, como una gamuza. Los tiempos deben ser precisos para que no se raje el cuero. Esos son los secretos de mi oficio.
Ricardo Núñez me enseñó de monturas. La montura dominical, por ejemplo, para el traje del domingo, que lucían los huasos en la misa y en el posterior paseo por el centro del pueblo. Hablamos de las monturas de antes, de las que usaban los arrieros, con las que laceaban animales y después, al caer la noche, dormían sobre ella; no de las que se modernizaron en los ‘60, que son más corraleras.
El cuero lo compro en las curtiembres de Chillán, el cuero para bolsos en Santiago, los cascos y estribos los traigo de Parral. El cuero de cabro también es de curtiembres. De todas formas, quisiera aclarar que yo curto mis cueros, tal como aprendí de mi padre. Primero preparo el cuero de vacuno para las correas. Uso cal para sacar el pelo del cuero, porque es mejor curtir sin pelo. Luego curto con cal, lumbre y sal.
El cuero de cordero, que utilizo para las monturas, tiene un curtido diferente. Se lava con agua bien caliente y detergente, y se remoja por unos 20 minutos. El cuero de cordero se ablanda rápido. Después se estruja con detergente; sale toda la mugre. Se extiende en un tablero por el lado del pelo hacia abajo y la carnaza para arriba. Con una pala especial, una grande, que no tiene filo, se sacan las impurezas y, principalmente, se le quitan las arrugas. Para esto el cuero debe estar bien extendido.
Luego se vuelve a lavar. Se hacen dos enjuagues, hasta que el cuero queda limpio. Se coloca en una vara, bien estirado, colgando de la cola hacia el cuello. Se deja secar al sol del verano, por la parte de la carnaza. Después se da vuelta para que se seque la lana. Finalmente, se termina de secar a la sombra. Al día siguiente está listo para sobarlo con agua y detergente, debe quedar blandito, como una tela, como una gamuza. Los tiempos deben ser precisos para que no se raje el cuero. Esos son los secretos de mi oficio.
Ricardo Núñez me enseñó de monturas. La montura dominical, por ejemplo, para el traje del domingo, que lucían los huasos en la misa y en el posterior paseo por el centro del pueblo. Hablamos de las monturas de antes, de las que usaban los arrieros, con las que laceaban animales y después, al caer la noche, dormían sobre ella; no de las que se modernizaron en los ‘60, que son más corraleras.
El cuero lo compro en las curtiembres de Chillán, el cuero para bolsos en Santiago, los cascos y estribos los traigo de Parral. El cuero de cabro también es de curtiembres. De todas formas, quisiera aclarar que yo curto mis cueros, tal como aprendí de mi padre. Primero preparo el cuero de vacuno para las correas. Uso cal para sacar el pelo del cuero, porque es mejor curtir sin pelo. Luego curto con cal, lumbre y sal.
El cuero de cordero, que utilizo para las monturas, tiene un curtido diferente. Se lava con agua bien caliente y detergente, y se remoja por unos 20 minutos. El cuero de cordero se ablanda rápido. Después se estruja con detergente; sale toda la mugre. Se extiende en un tablero por el lado del pelo hacia abajo y la carnaza para arriba. Con una pala especial, una grande, que no tiene filo, se sacan las impurezas y, principalmente, se le quitan las arrugas. Para esto el cuero debe estar bien extendido.
Luego se vuelve a lavar. Se hacen dos enjuagues, hasta que el cuero queda limpio. Se coloca en una vara, bien estirado, colgando de la cola hacia el cuello. Se deja secar al sol del verano, por la parte de la carnaza. Después se da vuelta para que se seque la lana. Finalmente, se termina de secar a la sombra. Al día siguiente está listo para sobarlo con agua y detergente, debe quedar blandito, como una tela, como una gamuza. Los tiempos deben ser precisos para que no se raje el cuero. Esos son los secretos de mi oficio.