Después de la cosecha el trigo, con lo que queda, se hace un barbecho, para sembrar al año siguiente. La tierra debe regenerarse, por eso hay que esperar un año. Entre mayo y junio, al caer las primeras gotas, se siembra el trigo, con la semilla de la zona, y se abona el campo para que crezca mejor. Dependiendo del año, se verá cómo será la calidad de la paja. A mayor lluvia, mejor será el trigo y tendremos unas trenzas preciosas.
La nueva cosecha llega a principios de noviembre. El trigo se corta con una herramienta especial: hay que segar con la echona, decimos acá. Después, ya segado, se junta el trigo en atados, llamados gavillas. Los montones se trasladan a una era, que no es más que un terreno plano descubierto. Recién allí la paja estaría lista para sacar. Antes, las gavillas se regalaban, ahora hay que comprarlas. Cada atado cuesta $5.000. Yo ocupo 20 gavillas anuales.
Las gavillas hay que refregarlas a mano, ya sea en un harnero o sobre una teja. Es un trabajo pesado, termina dañando las manos. Por eso uso guantes, para protegerme. Después, la paja se junta, se amarra, se guarda y se limpia. Hay que cortar la coyuntura del trigo y ahí recién puedo seleccionar y separar las hebras por su grosor. De una gavilla no sale una trenza, ya que del atado se ocupa menos de la mitad; el resto le sirve a quien trence con paja gruesa.
El trenzador juega un papel clave en esto. Es un palo de madera, de pino o eucalipto, con base de cemento, que mide 1.8 metros. Lleva un clavo en la parte superior, donde se amarra la cuelcha. Es un artilugio típico de la zona. Cada trenzadora se encarga de hacer el suyo. Así empieza todo. Demora cerca de dos semanas terminar las trenzas más finas; una para las semi y tres días, la corriente. Las que trenzan grueso las tienen en un día. Yo hago de las finas, esas son las más elegantes, toman más tiempo; son las más difíciles de elaborar.
Después de la cosecha el trigo, con lo que queda, se hace un barbecho, para sembrar al año siguiente. La tierra debe regenerarse, por eso hay que esperar un año. Entre mayo y junio, al caer las primeras gotas, se siembra el trigo, con la semilla de la zona, y se abona el campo para que crezca mejor. Dependiendo del año, se verá cómo será la calidad de la paja. A mayor lluvia, mejor será el trigo y tendremos unas trenzas preciosas.
La nueva cosecha llega a principios de noviembre. El trigo se corta con una herramienta especial: hay que segar con la echona, decimos acá. Después, ya segado, se junta el trigo en atados, llamados gavillas. Los montones se trasladan a una era, que no es más que un terreno plano descubierto. Recién allí la paja estaría lista para sacar. Antes, las gavillas se regalaban, ahora hay que comprarlas. Cada atado cuesta $5.000. Yo ocupo 20 gavillas anuales.
Las gavillas hay que refregarlas a mano, ya sea en un harnero o sobre una teja. Es un trabajo pesado, termina dañando las manos. Por eso uso guantes, para protegerme. Después, la paja se junta, se amarra, se guarda y se limpia. Hay que cortar la coyuntura del trigo y ahí recién puedo seleccionar y separar las hebras por su grosor. De una gavilla no sale una trenza, ya que del atado se ocupa menos de la mitad; el resto le sirve a quien trence con paja gruesa.
El trenzador juega un papel clave en esto. Es un palo de madera, de pino o eucalipto, con base de cemento, que mide 1.8 metros. Lleva un clavo en la parte superior, donde se amarra la cuelcha. Es un artilugio típico de la zona. Cada trenzadora se encarga de hacer el suyo. Así empieza todo. Demora cerca de dos semanas terminar las trenzas más finas; una para las semi y tres días, la corriente. Las que trenzan grueso las tienen en un día. Yo hago de las finas, esas son las más elegantes, toman más tiempo; son las más difíciles de elaborar.
Después de la cosecha el trigo, con lo que queda, se hace un barbecho, para sembrar al año siguiente. La tierra debe regenerarse, por eso hay que esperar un año. Entre mayo y junio, al caer las primeras gotas, se siembra el trigo, con la semilla de la zona, y se abona el campo para que crezca mejor. Dependiendo del año, se verá cómo será la calidad de la paja. A mayor lluvia, mejor será el trigo y tendremos unas trenzas preciosas.
La nueva cosecha llega a principios de noviembre. El trigo se corta con una herramienta especial: hay que segar con la echona, decimos acá. Después, ya segado, se junta el trigo en atados, llamados gavillas. Los montones se trasladan a una era, que no es más que un terreno plano descubierto. Recién allí la paja estaría lista para sacar. Antes, las gavillas se regalaban, ahora hay que comprarlas. Cada atado cuesta $5.000. Yo ocupo 20 gavillas anuales.
Las gavillas hay que refregarlas a mano, ya sea en un harnero o sobre una teja. Es un trabajo pesado, termina dañando las manos. Por eso uso guantes, para protegerme. Después, la paja se junta, se amarra, se guarda y se limpia. Hay que cortar la coyuntura del trigo y ahí recién puedo seleccionar y separar las hebras por su grosor. De una gavilla no sale una trenza, ya que del atado se ocupa menos de la mitad; el resto le sirve a quien trence con paja gruesa.
El trenzador juega un papel clave en esto. Es un palo de madera, de pino o eucalipto, con base de cemento, que mide 1.8 metros. Lleva un clavo en la parte superior, donde se amarra la cuelcha. Es un artilugio típico de la zona. Cada trenzadora se encarga de hacer el suyo. Así empieza todo. Demora cerca de dos semanas terminar las trenzas más finas; una para las semi y tres días, la corriente. Las que trenzan grueso las tienen en un día. Yo hago de las finas, esas son las más elegantes, toman más tiempo; son las más difíciles de elaborar.