Para hacer una joya primero la imagino en mi mente, en esta etapa me permito no tener fronteras, mi imaginación trabaja a mil. Hago el bosquejo, lo diseño, con todas sus medidas, y lo plasmo en el metal. Tengo muchos cuadernos y hojas con bosquejos, ahí está el resultado de mi imaginación, todas mis locuras, aquellas simples rayas que luego se convirtieron en aros, collares, anillos, entre otras piezas. Ahora son obras de creación.
Para cortar el metal ocupo una tijera o una sierra, dependiendo de la complejidad del diseño. El trabajar con sierra es mucho más lento, pero los cortes son más limpios, más precisos. Como dice el dicho, tengo paciencia del joyero, y es así, porque se deben cuidar muchos detalles en el momento de la fabricación, mientras más paciencia tengamos los orfebres, mejores serán nuestros resultados. Esa es la ley del artesano en cobre.
La mayor parte de mis joyas, sobre todo las de mayor tamaño, tienen que ir soldadas, esto permite darles firmeza y mayor calidad a las piezas. El soldar es un momento especial, una debe estar consciente de lo que está haciendo. Como el cobre va cambiando de color con el fuego, se oscurece, luego se comienza a tornar rojo vino, una empieza a sentir el calor del fuego en la cara, cuando la soldadura comienza a correr. Ahí está listo, soldada.
El lijado es una de las etapas más extenuantes de mi oficio. Se debe lijar con diferentes granos para ir eliminando todas las rayas e imperfecciones que puedan aparecer en el metal. Esto toma mucho tiempo, demasiado, pero el metal debe quedar limpio, sin desperfectos, pulcramente trabajado, para que, finalmente, se vea pulido y abrillantado, cosa que el cobre brille con intensidad. El color del cobre es hermoso y es mi deber resaltarlo.
Para hacer una joya primero la imagino en mi mente, en esta etapa me permito no tener fronteras, mi imaginación trabaja a mil. Hago el bosquejo, lo diseño, con todas sus medidas, y lo plasmo en el metal. Tengo muchos cuadernos y hojas con bosquejos, ahí está el resultado de mi imaginación, todas mis locuras, aquellas simples rayas que luego se convirtieron en aros, collares, anillos, entre otras piezas. Ahora son obras de creación.
Para cortar el metal ocupo una tijera o una sierra, dependiendo de la complejidad del diseño. El trabajar con sierra es mucho más lento, pero los cortes son más limpios, más precisos. Como dice el dicho, tengo paciencia del joyero, y es así, porque se deben cuidar muchos detalles en el momento de la fabricación, mientras más paciencia tengamos los orfebres, mejores serán nuestros resultados. Esa es la ley del artesano en cobre.
La mayor parte de mis joyas, sobre todo las de mayor tamaño, tienen que ir soldadas, esto permite darles firmeza y mayor calidad a las piezas. El soldar es un momento especial, una debe estar consciente de lo que está haciendo. Como el cobre va cambiando de color con el fuego, se oscurece, luego se comienza a tornar rojo vino, una empieza a sentir el calor del fuego en la cara, cuando la soldadura comienza a correr. Ahí está listo, soldada.
El lijado es una de las etapas más extenuantes de mi oficio. Se debe lijar con diferentes granos para ir eliminando todas las rayas e imperfecciones que puedan aparecer en el metal. Esto toma mucho tiempo, demasiado, pero el metal debe quedar limpio, sin desperfectos, pulcramente trabajado, para que, finalmente, se vea pulido y abrillantado, cosa que el cobre brille con intensidad. El color del cobre es hermoso y es mi deber resaltarlo.
Para hacer una joya primero la imagino en mi mente, en esta etapa me permito no tener fronteras, mi imaginación trabaja a mil. Hago el bosquejo, lo diseño, con todas sus medidas, y lo plasmo en el metal. Tengo muchos cuadernos y hojas con bosquejos, ahí está el resultado de mi imaginación, todas mis locuras, aquellas simples rayas que luego se convirtieron en aros, collares, anillos, entre otras piezas. Ahora son obras de creación.
Para cortar el metal ocupo una tijera o una sierra, dependiendo de la complejidad del diseño. El trabajar con sierra es mucho más lento, pero los cortes son más limpios, más precisos. Como dice el dicho, tengo paciencia del joyero, y es así, porque se deben cuidar muchos detalles en el momento de la fabricación, mientras más paciencia tengamos los orfebres, mejores serán nuestros resultados. Esa es la ley del artesano en cobre.
La mayor parte de mis joyas, sobre todo las de mayor tamaño, tienen que ir soldadas, esto permite darles firmeza y mayor calidad a las piezas. El soldar es un momento especial, una debe estar consciente de lo que está haciendo. Como el cobre va cambiando de color con el fuego, se oscurece, luego se comienza a tornar rojo vino, una empieza a sentir el calor del fuego en la cara, cuando la soldadura comienza a correr. Ahí está listo, soldada.
El lijado es una de las etapas más extenuantes de mi oficio. Se debe lijar con diferentes granos para ir eliminando todas las rayas e imperfecciones que puedan aparecer en el metal. Esto toma mucho tiempo, demasiado, pero el metal debe quedar limpio, sin desperfectos, pulcramente trabajado, para que, finalmente, se vea pulido y abrillantado, cosa que el cobre brille con intensidad. El color del cobre es hermoso y es mi deber resaltarlo.